LA CHARCA MALDITA

Desde el infortunado día en que un hechizo lo convirtió en sapo, anduvo en busca de la «principesa» capaz de devolverle su primigenio estado, una «principesa» especial sin atisbo de similitud con las que aparecen en las fábulas; a la espera de que el estallido de su hipotético y despampanante beso obrara el milagro. 

El mismo maleficio que un día lo convirtió en sapo lo llevó a aquella habitación con la fantasiosa idea de que el beso «Principesco» trasmutaría su actual anfibiosidad a su antropomórfica naturaleza.

Engaño, ensoñaciones.

Suele ocurrir que el beso de la «principesa» equivocada puede enviarte a la charca donde la maldición tomó cuerpo y, de la antropomórfica forma, pases de nuevo a tu paupérrima vida de sapo.




El ósculo errado lanzó su efímero cuerpo contra la charca donde todo ocurrió, en la que había permanecido embarrado por siglos.

Allí seguiría antes de volver a intentarlo en otras tres mil o cuatro mil ocasiones más con el resultado de: principesas uno, sapo cero.



















 

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