MIEDO
Miedo, miedo, miedo. La fuerza de los malvados consiste en saber aprovechar el miedo de sus víctimas.
Nada en esa nebulosa hacía presagiar el mal endémico que contenía. El disfraz de hada la protegía a la vista de quién no quiere mirar más allá del hábito. Los ojos habituados a otear entre tinieblas se percataban con un simple vistazo de lo que escondía aquella máscara.
El emporio que había fundado tenía todos los ingredientes de un sistema feudal, donde los esclavos «rebeldes» eran castigados sin piedad. Sin descanso. Ni un respiro.
En sus mazmorras, un arsenal de cadenas aguardaba el turno para ser distribuido a merced de sus antojos, siempre bien custodiado por un feroz leviatán.
Reina de los nueve círculos de Dante, con su látigo invisible castigaba todo lo bueno que aparecía a su paso.
En la interminable noche un ruido de cadenas puso en alerta al guardián de Lucifer y los círculos comenzaron a cerrarse, cada vez más pequeños…hasta quedar reducidos a un microscópico punto.
No hubo más gritos, aullidos ni lamentos. Silencio, un silencio lleno de ruido interior.
¿Dónde van las almas oscuras?
De un cielo negro surgió sin aviso un remolino que, en su espiral absorbió aquel alma negra; atrapada en el bucle, voló hacia las tinieblas.
El rastro de cenizas se diluyó con ella. Cayó el disfraz. Cayó la máscara. Leviatán se dio un festín.
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