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Mostrando entradas de junio, 2024

LOS PARADIGMÁTICOS ASIENTOS COMPARTIDOS

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Sobre el escenario a merced de dos focos que proyectan su haz de luz sobre ellas, aparecen inclinadas hacia el cometido para el que fueron diseñadas dos sillas de madera de pino, rústicas, aparentemente sencillas pese a la misión que de ellas ha de derivarse. El muro se niega a ser cómplice y ofrece su lienzo como espejo del haz de luz; rehúsa proyectar la sombra de los asientos. Dirigidos desde la sombra una voz en off guía a los futuros ocupantes de sendos tronos. El primero se acerca temblando mientras va ganando los peldaños que le llevan hacia el que con toda probabilidad será su último asiento. El segundo avanza con la cara iluminada por una sonrisa de resignación traída quizá por azar o para ser precisos por acontecimientos que, el universo intenta en unos casos ordenar, desordenar en otros, sobre el puzle diabólico de la absurda trama que les ha trasladado hasta este proscenio. Cuarenta años ya desde el día en el que sonaran las trompetas anunciadoras de una paz de papel. De p

NO ES MÚSICA TODO LO QUE RELUCE

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  Estaba justo enfrente del lado opuesto a la salida cuando las puertas se abrieron y, el hasta entonces vagón poblado de robóticas figuras silenciosas, absortas en los infernales destellos de sus pantallas, se abrió paso la música de una pequeña banda local que, inusualmente visitaba la ciudad con el fin de animar a su equipo deportivo enfrentado hoy a un claro y superior rival. No entiendo nada de himnos y banderas, mi analfabetismo deslustrado en estas materias no me permitía ubicar al grupo, pero ¿Qué importancia podía tener eso? Mis posaderas tomaron sin permiso posesión de mi esqueleto y comenzaron a balancearse a su antojo, dicho queda que, de forma totalmente automática, y, como quiera que sea que aquel gaznápiro integrante de la banda debió tomar la cadencia de mi grupa como signo de provocación, posó su mano sobre mi anca mientras aplicaba un refriego de forma circular como si quisiera sacarles brillo. Al igual que mis caderas se habían movido como un acto reflejo, mi mano en

DARK EYES

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Ojos del olvido Miran hacia atrás, Un ciego vigila, Ve su futuro. #MicroEnDocePalabras

EL JARDÍN DE LAS AMEBAS

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  Cuando llegó a aquella ciudad no tenía un plan claro sobre el cual sustentarse; a que se dedicaría, por dónde empezar. Caminaba descalzo enlazando calles, hasta que, se dio de bruces con un cartel mal escrito con el siguiente anuncio: «Se necesita predicador para los sábados noche». Y, es que, son las cosas las que nos encuentran a nosotros y no al revés. Encaminó sus pasos hacia la puerta raída por el paso de los siglos. Se disponía a llamar cuando ésta, como si detectara al visitante, se abrió ante su presencia. Al fondo del local una señora con más años de los convenientes para ejercer el oficio, la dura tarea del fregoteo y consiguiente recogida de inmundicias desperdigadas por mesas, asientos, suelos…intentaba dar lustre a aquel desvencijado mobiliario a golpe de bayeta. —Buenos días. —Saludó. —Buenos días. Está cerrado. —Contestó la barredera. —La puerta estaba abierta. —Puede, pero aquí no hay nadie, solo yo. —He entrado por el cartel que hay en la puerta. —Pues venga usté d

KoKoNDioS. #Microrrelato.

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  En el surrealista cine de  KokonDios , una escena presenta al niño que, tal vez está preguntando con su mirada acerca de su hipotético futuro. Libre de cuernos, de lana, de no saber a quién venerar... ¿Quién soy?  ¿A qué he venido? Cicatrices imantadas.   * Microrrelato creado a partir de una imagen de  Jono Dry.

¡MAMÁ!… ¡SE ME HA QUEDADO AGARROTÁ LA L5!

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  Vigilio pasaba la mitad del día pegado a la mirilla de la puerta de calle. Su madre que no entendía esta nueva manía le gritaba desde la cocina: —«¡Vigi! ¡Ven a ayudarme a pelar patatas! Pero, es que Vigilio tenía una razón de peso, de mucho peso, más que de peso, de una urgencia perentoria como era la del fornicamiento, y, si se pasaba media vida de vigía, era, por detectar cuando Adelaida la del tercero derecha subía la escalera para atajar la subida a fin de cambiar el ascenso de la interfecta por escalación de índole más prosaica. Llegado el momento de la conquista —nada difícil por la clara predisposición que mostraba la del tercero—, allí mismísimo, sin que mediara preámbulo alguno se entregaban en cuerpo, que no en alma, al digno arte del apareamiento… —¡Ayyyyyyyyyyy! —¡Qué coños te pasa! ¿Tenía que ser en este preciso momento, cuando mi marido está a puntito de entrar por la puerta? —¡La L5!, ¡La L5!, ¡Socorrooooo! ¡Llama al samur, a los bomberos, a la benemérita, a salvament

LA ESTACIÓN ESCARLATA

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  Estaba justo enfrente del cartel anunciador de la próxima parada. Una hora absurda como todas las del amanecer de principios de una semana más, otra improductiva semana. Día a día vagando hacia la esclavitud de un mal entendido sobrevivir a base de dejar la impronta de la propia existencia. No me miró. Clavó su daga sobre mi escápula de la que acto seguido emergió un río escarlata buscando desembocar en el mar de mis pies. Mientras caí al suelo solo pude pronunciar su nombre. La megafonía anunciaba: «Por motivos de seguridad este tren no realizará parada en la próxima estación».